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La mata que ata y mata

Nuestros ancestros han utilizado la marihuana como un elemento curativo, su buen uso en la cultura de los nuestros, ha demostrado buenos resultados en materia medicinal, sin embargo, la comercialización, el tráfico de esta sustancia que busca masificar el consumo, ha estado vinculado a las enormes tragedias que ha vivido nuestro país por la siembra, la comercialización internacional y ahora el consumo masivo que tenemos internamente. Desde la clasificación del cannabis como droga nivel I en 1970 la lucha que se ha librado a nivel nacional e internacional ha sido de incalculables perdidas económicas y en vías humanas.

En el congreso de la República, hemos dado una gran discusión acerca de la aprobación del consumo de la marihuana recreativa, ante el cual hemos manifestado rotundamente nuestra oposición, habida cuenta de lo que consideramos traería graves consecuencias sociales, médicas y de orden público, sobre todo en grupos poblacionales como los jóvenes. La adicción y dependencia al cannabis está catalogada como una enfermedad médica reconocida en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) de los Estados Unidos, esta sustancia en el cerebro presenta dificultad para pensar y resolver problemas, problemas con la memoria y el aprendizaje, coordinación reducida y dificultad para mantener la atención, entre otras negativas consecuencias como la sicosis temporal (no saber qué es real, alucinaciones y paranoia) y trastornos mentales de larga duración, incluida la esquizofrenia.

El país de hoy no soportaría que promovamos el consumo, que lo incentivemos, sería como promover la inseguridad, otras formas de violencia y daño a la salud mental de quienes consumen, tal y como lo ha revelado la evidencia científica y las consecuencias sociales en el brote de delincuencia, relacionada directamente con los delincuentes consumidores y el tráfico de estas sustancias.

Quienes tenemos contacto permanente con la comunidad, con la familia colombiana, sabemos la tragedia que se vive con un consumidor en casa, madres, padres hermanos y demás familiares sufren cuando este tipo de sustancias entran a su hogar y permanecen. Vamos a defender la familia colombiana, a nuestros jóvenes, en esta lucha no vamos a claudicar por el pretexto de una guerra perdida, donde la ilegalidad cante victoria.

Una Fiesta Azul