Quiero empezar este espacio diciendo que, como ibaguereño, he tenido la oportunidad de usar todos los medios de transporte existentes en nuestra ciudad al menos en las últimas tres décadas. Cómo olvidar los famosos buses “ganga” que costaban menos de 500 pesos y nos llevaban cual paseo por esa Ibagué de antaño y poco ruidosa de la cual hoy pareciera quedar poco. Luego vinieron las busetas “ejecutivas” y a su vez los taxis se volvieron mucho más accesibles en las hoy reducidas y deterioradas calles de la capital tolimense. En pocas palabras, los medios de transporte crecieron, pero las calles no, y con la muerte de Pacho Peñaloza, enterramos al último visionario que pensó en que Ibagué se iba a quedar pequeño en lo que a movilidad respecta.
Lo que vivimos los ibaguereños semanas atrás con el paro de transportadores fue supremamente caótico. Hagamos un ejercicio simple. Pensemos que el caos vial en Ibagué ya hace parte del diario vivir, y las horas pico se han vuelto todo un dolor de cabeza, especialmente en sectores álgidos como la Avenida Pedro Tafur, que a su vez es una consecuencia del trancón de la Avenida Mirolindo y la Calle 60. Desde luego que, con las pocas arterias de la ciudad bloqueadas como ocurrió días atrás, la situación fue mucho peor. El comercio formal e informal se fue a pérdidas económicas, y lo que es peor, los representantes de la administración municipal desafortunadamente no supieron afrontar una tensa situación que venía acumulada desde el año pasado.
Personalmente he sido claro en afirmar que el convenio con la empresa caldense Infotic y que generó el malestar en los transportadores, debe liquidarse, no solo por ser inoportuno por lo que representan los cuestionamientos que se han hecho desde el sector transportista respecto al sistema de recaudo, sino también por el manto de dudas que se cierne sobre a que esta supuesta sociedad de economía mixta está controlada por más de cinco empresas privadas, y lo que es peor, que el contrato pareciera haber sido adjudicado a dedo y de manera exprés por el gobierno de turno y por razones que desconocemos los ibaguereños.
Es claro que Ibagué necesita un sistema estratégico de transporte, y qué más quisiéramos que fuera mañana mismo. Que una flota de buses amigables con el medio ambiente (ojalá eléctricos) abarcara las avenidas ibaguereñas y remplazara los vehículos que actualmente tenemos. O que por ejemplo un tranvía atravesara la Carrera Quinta de norte a sur como sucede en ciudades europeas como Madrid, Paris, Milán, entre otras. Desafortunadamente para que eso suceda, no solo tendrá que pasar mucho tiempo porque ese tipo de decisiones requieren planeación, sino que tendrá que haber un cambio cultural tanto en los ciudadanos, así como en quienes aspiramos a gobernar esta ciudad, pues somos nosotros quienes debemos comprometernos con sacar esos proyectos adelante. En pocas palabras, que esa necesidad sentida para la ciudad, no sea el capricho o caballo de batalla de un candidato o un Alcalde a escasos meses de terminar su mandato, sino un proyecto bien estructurado, a largo plazo y trabajo conjunto con la participación activa de la ciudadanía, líderes, académicos y visionarios que piensen en las generaciones venideras.
Confiamos que nuestros propósitos como equipo se cumplirán, y por ello, nos hemos atrevido a decirle a los ibaguereños, que en nuestro gobierno, construiremos un viaducto en la glorieta Mirolindo, del cual estamos seguros, se requiere de manera urgente para ayudar a descongestionar esa zona. Desde luego que es necesario que avancemos en lo urgente, pero sobre todo que planifiquemos y ejecutemos lo que la ciudad requiere y merece pensando en el futuro.
A los transportadores de busetas les digo lo mismo que a los taxistas con quienes charlo frecuentemente: todo mi cariño y respeto, y cuentan conmigo. Yo espero que lo que algunos medios de comunicación han llamado “el negociado que entrega a un privado el recaudo de nuestros recursos”, se quede solo en un titular o en la simple amenaza de lo que podría representar el continuismo en cuerpo ajeno de una administración municipal a la que le ha podido más el ego y las ansias de poder, que la inteligencia y la madurez política para representar a las más de 600 mil personas que viven en la hermosa ciudad musical de Colombia.