No podemos pensar en un campo competitivo mientras no se incorporen desarrollos tecnológicos para las cadenas productivas que producen alimentos y empleo.
Por: Óscar Barreto Quiroga
Colombia se ha convertido en un país dependiente de los mercados internacionales y, por si fuera poco, de la constante devaluación del peso frente al dólar. Uno de los principales productos para la nutrición vegetal como lo es la UREA, cuyo precio no ha parado de subir a raíz de la crisis de los contenedores y la constante variación en la TRM, hoy el bulto de 50 kilos de este agro insumo está por los $200.000.
No podemos pensar en un campo competitivo mientras no se incorporen desarrollos tecnológicos para las cadenas productivas que producen alimentos y empleo. Es impensable que un país con semejante riqueza mineral y agroecológica, no posea desarrollos tecnológicos que permitan sustituir insumos importados, lo que nos hace mucho más dependientes en términos de seguridad alimentaria. En un informe de Greenpeace, aparece que, Colombia siendo un país agrícola importa más de 12 millones de toneladas de comida, algo así como 7 mil millones de dólares al año. El encarecimiento de la canasta familiar a raíz de una creciente inflación y la pérdida de empleos a causa de la pandemia, se convierten en un verdugo silencioso para todos los colombianos, sin importar el estrato social, pero especialmente para los estratos 1, 2 y 3. El hambre acecha, mientras en los conciliábulos políticos el debate se centra en cómo mantenerse o acceder al poder.
Durante el siglo XX, el programa de sustitución de importaciones logró avances en diferentes procesos de industrialización para el país, logrando con esto producir bienes que antes provenían de otros mercados, sin embargo, la sustitución de tecnologías importadas e insumos para el sector agropecuario se fue quedando en un estancamiento permanente. Los desarrollos científicos y tecnológicos encaminados a disminuir los costos de producción y hacer competitivo el agro colombiano perdieron el año. Una de las principales causas de esta debacle es el pírrico presupuesto, que se destina para temas de ciencia, tecnología e innovación, aplicados al campo colombiano, este presupuesto solo alcanza para adelantar proyectos, que apenas les dan gusto a algunos sabios integrantes del sistema de CTeI, pero que, poco han servido para solucionar las necesidades de las comunidades rurales o campesinas en el país.
Hay que ser serios y contundentes, se debe aumentar el presupuesto en CTeI, aplicado a desarrollos tecnológicos, que permitan articular e implementar una gran política para la sustitución de insumos importados, a partir de un proyecto de ley enfocado en la seguridad alimentaria de los colombianos, este tipo de iniciativa no se debe encaminar a llevar recursos para que, las entidades territoriales hagan fiesta con proyectos, que se queden en la politiquería, ni mucho menos para sacar concursos nacionales, que siempre caen en las mismas manos. Estos recursos deben ir directamente a universidades especializadas y grupos de investigación, con aplicación inmediata y que estén directamente articulados con el sector agropecuario, especialmente con las asociaciones de productores que sin mayores intermediarios tengan soluciones inmediatas, concretas y tangibles, eso es avanzar en equidad.