Es esa unión entre la defensa de las libertades individuales, el pleno respeto a la dignidad humana y la autoridad del Estado, la que permite que la criminalidad retroceda y las políticas públicas avancen.
Por: Juan Urrea – Tw: @UrreaJuan
A 2002, en el país, más de 200 alcaldes no despachaban desde sus municipios ante la inseguridad que sofocaba a la comunidad; en el departamento del Tolima, el número llegaba a 25 alcaldes que ejercían desde Ibagué para proteger sus vidas ante la inminente amenaza de los grupos al margen de la ley.
La seguridad es un valor fundamental para el desarrollo de los territorios, y ante todo para el avance de la democracia y la institucionalidad. La seguridad como eje de la protección de las libertades públicas permite construir una sociedad donde el disenso y el debate sobre las ideas toman un rol preponderante en el debate público sin temores a la coerción de derechos a los ciudadanos.
Recuperar el orden público en el Tolima requirió acciones efectivas de la Fuerza Pública y toda la voluntad de los mandatarios nacional y departamental, para sentarle cara a la criminalidad. Es esa unión entre la defensa de las libertades individuales, el pleno respeto a la dignidad humana y la autoridad del Estado, la que permite que la criminalidad retroceda y las políticas públicas avancen.
Las decisiones y acciones permitieron recuperar la seguridad en el Tolima, mas no por ello la tarea está cumplida. El país mantiene retos frente a la seguridad: garantizar la tranquilidad en las ciudades y el campo es fundamental para que los colombianos puedan vivir sin miedo, para que el desarrollo de sus vidas se torne con tranquilidad y a su vez, sea la seguridad garantía de los sus derechos. Hablar de desarrollo agroindustrial sin seguridad o de sustitución de cultivos sin seguridad, es dar un discurso vacío que no llega a traducirse en realidades ni soluciones para las comunidades.
Hoy, la respuesta del populismo ante la inseguridad es proponer limitarse al uso y goce de elementos que generen riesgos de inseguridad o una amplia pasividad frente a la criminalidad, pero no son esas las respuestas que la nación requiere. Se necesita un liderazgo institucional que le plante cara al crimen organizado y permita recuperar territorios que hoy son azotados por el crimen y el terror, y a través de una cultura de legalidad permita la defensa misma de los colombianos.
Los liderazgos que la nación requiere en un momento tan agitado en América Latina, son aquellos en que la seguridad y el respeto a la ley, sean una bandera diaria para la defensa de la ciudadanía, para el desarrollo de las comunidades y la prosperidad económica; una sociedad que no garantiza la seguridad, perjudica el avance social y el desarrollo económico necesario para la superación como sociedad.